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El cartagines - Rainer Pimstein

17/08/2023 00:00




­El Cartagines

De Rainer Pimstein **.

Amílcar, un cartaginés, de piel morena y ojos azulosos, bien parecido, un buen mestizaje entre los libaneses y los árabes del norte de África. Fue criado con los cuentos y tradiciones de sus ancestros, los Fenicios, que dominaban las rutas marítimas mediterráneas.

A los 18 años, ya convertido en un fuerte mancebo, decidió convertirse en marinero y llegar al Líbano, cuna de sus antiguos y región de unos árboles maravillosos; los cedros del Líbano; según narraba la historia. Para ello contó con el apoyo moral y financiero del gobernador, con algún lazo, ligado a su familia.

Para sus propósitos, busco varios jóvenes, dispuestos a realizar el periplo. Entre todos construyeron una embarcación al estilo fenicio, con una gran vela y remeros a ambos costados. También estudio astronomía y geografía, igualmente, aprendió a usar el catalejo, el astrolabio y el reloj.

El sabía que el Mediterráneo era un mar casi cerrado, pero no estaba ajeno a tormentas, sitios bajos donde la nave podía encallar e incluso había lugares con gobernantes indeseables y agresivos. Por ello decidió avanzar en zig-zag por puertos conocidos, donde se pudieran abastecer de agua y comida. A saber: Cartago, Nápoles, Estrecho de Messina, Isla de Creta, Chipre y Líbano.

Los marineros habían hecho un juramento, que decía que estaban dispuestos a cumplir todas las obligaciones del viaje hasta llegar al Líbano, que allí quedaban libres, sin ningún compromiso, el que quisiera quedarse, se quedaba, el que quisiera retornar, retornaba, con las mismas exigencias del viaje de ida. El que se quedara recibiría un pago de 100 ducados; el que retornara recibiría 200 ducados pagaderos en Cartago. El que se arrepintiera de quedarse, debía devolver los 100 ducados.

Después de todos los preparativos, incluso con una carta del gobernador de Cartago, solicitando el apoyo a los navegantes, un sábado 7 de Mayo, zarparon con destino al principado de Nápoles. Era una embarcación rápida, con una tripulación de 30 marineros, con 10 remeros a cada lado, 4 encargados del agua y la comida, 4 encargados de la vela, también un capataz, y Amílcar como comandante.

Por 3 días con mares con olas de 1 mt, pero con viento favorable, llegaron a Nápoles. Dejaron la nave anclada en el puerto y todos los marineros bajaron de paisanos. Los remeros y veleros, en una fila irregular, recorrían las calles, curioseando por las amplias casas comerciales. Los marineros encargados de la comida, visitaban los abastos en busca de algún faltante. Amílcar y el capataz, contentos de haber llegado sin novedad al puerto, se metieron en una iglesia a agradecer a los dioses. 

En la iglesia había un coro de muchas mujeres, y los extranjeros, llamaban la atención por sus llamativas vestimentas. Cuando finalizo el canto, la directora del coro se acerco a los extranjeros con gran amabilidad, diciéndoles: que hacen Uds. por aquí, ellos contestaron que estaban de paso, que a más tardar mañana, continuarían su viaje.
Cuantos andan con Uds., pregunto la directora; en total andamos 30 marineros, fue la respuesta. La mujer, se inclinaba a saludarlos y conquistarlos, moviendo su estilizado cuerpo, diciéndoles: estimados caballeros, esta noche tenemos una fiesta para celebrar los 15 años del Coro y Uds. no pueden faltar, es más; ahora mismo, les interpretaremos la canzoneta Santa Lucia para Uds. , que serán nuestras honorables visitas. 

De allí se traslado a un estrado donde estaban los músicos, entre ellos 2 acordeonistas, diciéndoles: Santa Luciapara ellos, luego rápidamente se acerco al coro, dándoles la
misma indicación. Comenzaron los acordeones, flautas y guitarras; luego suavemente se les unió el Coro en una armonía esplendida, que los viajeros no pudieron sentirse más complacidos. Después de finalizar la pieza, volvió la directora con 5 coristas muy coquetas, saludando a los sorprendidos visitantes, diciendo: los esperamos esta noche; Vienen? Con ese recibimiento, los visitantes no tuvieron más alternativa que decir que sí. Finalmente se despidieron de la directora quien les dijo: es una fiesta de gala, con comida y baile; los esperamos a las 8 de la noche en el patio andaluz, antiguo vestigio de los
principados de España y Austria.

Al salir de la iglesia, le preguntaron a la gente donde estaban los marineros; la respuesta fue: están a 3 cuadras de aquí, en la Plaza del Plebiscito. Allá se trasladaron los 2 directivos, reuniéndose allí con todos los compañeros. Ellos le dijeron al grupo: venimos de la iglesia, algunos bostezaron, otros dijeron, humm?luego echaron el cuento, diciendo que estaban todos invitados a la celebración de los 15 años del Coro de la Iglesia, formado por más de cincuenta coristas. A continuación el comandante pregunto: quieren ir a la fiesta? La respuesta mayoritaria fue afirmativa. Luego continuo el comandante diciendo:
les informo que esta es una fiesta de gala; con comida y baile; y no podemos asistir como campesinos, por lo que debemos darnos un buen baño, y tomar en cuenta que: la ropa más elegante que tenemos son nuestros trajes de marineros, de modo que debemos lavarlos y secarlos rápido, para presentarnos impecables esta noche, así que vamos a prepararnos al barco, además les compre un perfume de hombres muy agradable que se llama Agua de Portugal. 

"Otro asunto que quería hablarles: es que aquí donde estamos, somos los representantes de Cartago, no podemos beber en exceso, armar peleas, o generar escándalos?Uds. entienden; no podemos abusar de su hospitalidad, por lo que debemos comportarnos como unos verdaderos caballeros con las damas y señores de la fiesta, que tuvieron la
gentileza de invitarnos.Estamos claros? Si, fue la respuesta al unísono. Entonces Vámonos, fue la última palabra del Comandante.

Después de varias horas de preparación, estaban impecables los 30 marineros uniformados, el único diferente era el comandante que cargaba una delgada cadena de hojas de plata sobre el cuello. Cuando se terminaba la tarde, por las calles de Nápoles, avanzaba una ordenada fila de marineros, dando una buena impresión a la gente del pueblo, que los miraba con curiosidad, desde la entrada, de sus casas. A la hora convenida, el comandante y su sequito, hicieron entrada al patio andaluz; allí los estaba esperando la directora del coro, quien los recibió como que fueran amigos de muchos años.
La anfitriona, mientras los llevaba hacia el interior del patio, les decía: tú y tu amigo cenaran en la mesa con nosotras, presentándoles una gran amiga de ella. Las muchachas del Coro irán llevando a los marineros a sus mesas, quedando en cada mesa 2 marineros y 2 coristas. Así terminaron todos los marineros sentados y en buena compañía.

Las mesas estaban decoradas con bellos arreglos de flores amarillas y moradas, con una aguzada vela central, que aportaba suficiente luz a cada mesa. Los cubiertos eran de plata, los platos eran blancos con gruesos dibujos azules. Para acompañar la cena, en cada mesa había 2 botellas de vino.

A la distancia se veía un inmenso salón de baile con paredes alumbradas con vidrios de colores, mientras la pista central, estaba iluminado a medias con luces titilantes; había un área especial para los músicos. El piso brillante, era una combinación de maderas de diferentes países.

La cena era: de primero, una humeante sopa marina de camarones, almejas, calamares y langostinos, rebosando en una fuente con vegetales al vapor. De segundo: una exquisita pasta napolitana con mozzarella y pesto, acompañada con 4 aderezos al gusto: uno de perejil, otro de cilantro, otro de cebollín y una salsa italiana tradicional. Todos alimentos de primera calidad, servidos en decorativas fuentes, dignos de un festejo de embajadores.

Las coristas y los marineros hicieron buena amistad, ellas le contaban lo que hacían en el pueblo, unas eran guías turísticas, otras trabajaban en hoteles, otras trabajaban en el comercio; mientras los marineros les contaban de su infancia en Cartago y el plan que habían desarrollado para viajar al Líbano, que era la tierra de sus ancestros; para ello habían juntado recursos, habían construido la embarcación y se encontraban en la primera etapa del viaje.

Después que cenaron en amena charla, se tomaron unos cuantos vinos, reposaron un poco la comida y luego salieron a bailar. Las muchachas tenían muchas dotes artísticas y bailaban muy bien. Los marineros no eran tan buenos bailarines, pero improvisaban bien, inventando vueltas y figuras, dándole un toque novedoso y dispar al baile.

Entre las bailarinas estaba la directora y su amiga, que; con todas las atenciones, tenían engatusados al comandante y su amigo. Después de bailar un rato, se perdieron del salón de baile y del mismo patio andaluz. Esa noche se hicieron muchas parejas sentimentales entre las coristas y los marineros y en las horas de la madrugada, sin el control de las autoridades, las parejas bailaban apretadas, tomándose muchas libertades permitidas.
Antes que amaneciera, los marineros tenían la disposición de tomar aire por las calles de Nápoles, las coristas con su conocimiento de la zona, los llevaron a un lado y a otro y como les pego sueño, se los llevaron a sus casas. Pasaron 3 días y no aparecían ni los jefes ni los subalternos. Los marineros empatados con las guías turísticas, fueron a dar a diferentes sitios turísticos, entre ellos a Pompeya, a Amalfi, a Capri?

Aquellos empatados con las muchachas del comercio, consiguieron zapatos baratos, otros comieron buenas pizzas. Las muchachas que trabajaban en los hoteles, les conseguían buenos almuerzos, entrada a la piscina, a los campos de golf y a cualquier beneficio que pudieran obtener.

Consultándose unos con otros, el comandante, el capataz y los marineros, lograron reunir a la mitad de la tripulación y decidieron postergar hasta nuevo aviso la continuación del viaje.
Al día siguiente en el puerto, estaba la nave solitaria, apenas movida por las suaves olas de la mañana.

** Rainer Pimstein - ingeniero forestal, catedrático
Pintura Napoli de Theodore Duclere


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