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Desgranando maíz - Rainer Pimstein

16/07/2025 00:00




­Desgranando maíz

Rainer Pimstein ** 

En los campos de cultura maicera, el desgrane del maíz ha sido una actividad comunitaria familiar o con ayuda de los vecinos, heredada de generación a generación, ya que posteriormente, el grano de maíz seco se cocinaba en agua con cal o cenizas, se filtraba, se molía, luego se amasaba y se formaba la masa, que en bolitas aplastadas, eran puestas a tostar en el fuego sobre la lata del budare, formando las
tortillas o arepas de todos los días.

En el patio de la casa del Sr. Simón, estaban sus 5 hijas solteras, sentadas alternadas en el piso, al lado de unos 14 sacos de secas mazorcas de maíz. El desgrane era un trabajo de energía manual, realizado a pura uña, a veces acompañado de algún cuchillo. Los hijos hombres no participaban de esta actividad ya que estaban casados y vivían lejos de la casa paterna. Los granos secos de maíz se almacenaban en
grandes latas, guardadas cerca de la cocina.

A las muchachas les encantaba conversar mientras desgranaban; asi daban sus opiniones y se informaban mutuamente de las ultimas noticias de los pobladores del caserío, especialmente de aquellos varones jóvenes, potencialmente casaderos, a quienes conocían con pelos y señales; sabían
donde vivían, a qué horas estaban dormidos, sabían cómo llegar a la casa de cada uno, e incluso se ponían de acuerdo varias muchachas para ir al pozo del rio a bañarse, donde sabían que podían encontrarse con cualquiera de ellos.

Contaba una de ellas: la otra vez, cuando fuimos con Dinora y Teresa, cerca de la casa de Manuel, apareció su madre, dirigiéndose a su hijo, pero como hablándole al viento, diciendo: que andarán haciendo estas muchachas lejos de sus casas, buscando algo que no se les ha perdido? Así es como salen barrigonas después, porque sus padres no le ponen coto a sus salidas. Las muchachas, habiendo escuchado todo el comentario y siendo contestonas, le dijeron al unísono: y Ud. que hacia cuando joven; no creemos que viviría encerrada, díganos a qué edad tuvo su primer hijo. Ya no se puede hablar con los jóvenes, fue el comentario final de la madre; recibiendo por contestación: Ud. fue la que comenzó.

Otras madres, celosas y atrevidas, salían a enfrentarlas, diciéndoles: que hacen por aquí descaradasobteniendo por respuesta: Sra., el campo es libre. La Sra. sin aflojar su deseo de regañarlas, les dijo: pero Uds. viven lejos, a que vienen? Las muchachas ya bravas, le respondieron: a Ud. la han visto acompañada, en varios sitios, con diferentes hombres del caserío y nadie le dice nada. La madre sulfurada, contesto: muchachas groseras, eso es lo que aprenden en la escuela; agregándoles una sarta de improperios innombrables, que espantaban hasta al más valeroso.

Otra de ellas, contaba: la otra vez, que fuimos a comprarle "jarabe de limón" al Lucio, para nuestra hermanita menor, que tenia tos; porque nos quedamos mucho rato conversando con el, salió su madre con un machete en la mano y nos echo del patio de su casa; nosotras le estábamos preguntando cómo era que había llegado a crear el "jarabe de limón". El Lucio era como un inventor campesino; el nos decía que como siempre que se enfermaba con tos, le daban limón con miel; él se puso a probar: agarro una gran perola, le agrego agua y 50 limones de esos pequeñitos, poniéndolos a hervir; él decía que las primeras veces no le resultaba porque bastaba que un limón estuviera pasado, para que el jarabe
quedara amargo, por mas miel que le pusiera para endulzarlo. Creo que la madre nos echo porque Lucio estaba divulgando el secreto de cómo hacer el jarabe y si otros aprendían, iban a perder los dineros que les llegaban por tan prestigioso invento, el que había tenido tanta aceptación, que se habían atrevido a montar un kiosquito para venderlo a un costado de la carretera.

Otra de las hijas del Sr. Simón, que no había participado de la conversa, dijo: ya que estamos hablando de las mujeres de este caserío, les contare lo que dicen de doña Claudina, la esposa de don Fulgencio; dicen las malas lenguas que ella a pesar de ser tan educada y compuesta en la misa, le gusta perderse en las procesiones con los grupos de jóvenes evangelizadores, cuando van a llevar la palabra de Dios, a todos los rincones del caserío.

Al instante, tomo la palabra otra de las hijas de don Simón, diciendo: no creo que esa Sra. sea asi como dicen; ella es una buena señora, siempre lo atiende a una bien, su casa siempre esta ordenada; solo le tienen envidia porque es muy colaboradora con la iglesia; como será que una vez que el cura no encontró las llaves de la iglesia, hicieron la misa del domingo en el patio de ella, por lo limpio y la abundancia de sombra.

Otra de las cosas que les quería comentar, manifestó, otra de las muchachas, es que debemos cuidarnos del enfermero del dispensario de salud, porque dicen que cuando llegan pacientes mujeres y no está el médico, las hace tenderse en la camilla y cualquiera sea el mal que traen, les aplica un masaje, aunque aparentemente salen aliviadas, yo no estoy dispuesta a que me toque ese enfermero. Mas bien, estén alertas cuando vayan a pedir una pastilla para el resfrió o dolor de cabeza, porque ese hombre, seguro que trae otras intenciones.

Eso no es nada, dijo otra de las muchachas; Uds. no se han fijado que Don Melchor, el dueño de la bodeguita al lado de las Gómez, que a las mujeres que les fía y no le pueden pagar, las pasa para el interior de la bodega, según él, para mostrarles un cuadro explicativo y aconsejarlas de cómo llevar las cuentas en el hogar. Quien va a creer eso hoy?

Para rematar, la más calladita de las hermanas dijo: muy buenas las historias, pero Uds. no saben lo del cura Paolo. Qué pasa con el cura Paolo inquirieron a coro, las otras hermanas. El asunto es que el padre, los domingos en la iglesia, después de lanzarnos esa lluvia de pecados, de regañarnos y de darnos penitencias por nuestros malos comportamientos, al terminar la misa, se va a la casa de Candelaria, donde se la pasa toda la tarde, coqueteando, jugando naipes y hasta tomándose unos tragos de vino con esa vieja y sus amigas, y se va bien mareado, cuando lo vienen a buscar"... Ay, Dios, exclamo una de ellas. Acaso, no es su vida privada, manifestó otra; si, asi es, pero debería predicar con el ejemplo y no estar
con tantas críticas en la misa, dijo la más calladita; y no hubieron más comentarios.

Asi se estuvieron las 5 hermanas compartiendo, mazorca con mazorca, hasta completar los 14 sacos que se habían propuesto desgranar.

** Rainer Pimstein, ingeniero forestal, excatedrático universitário
*Crédito - Pintura de María Teodora Mendez de Gonzalez


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