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Acelerador de Procesos - Guillermo Piernes

01/08/2020 00:00




El acelerador de procesos

Por Guillermo Piernes **

Wilhelm finalmente sonrió. Acababa de soñar grande. Era un mulato fuerte que nunca supo cómo surgió su nombre germánico en la familia pobre de la periferia de Río de Janeiro. Sería un acelerador de procesos, mucho más que un simple ejecutor de personas corruptas.

Perdió un hermano y su madre por el Covid-19. Se preguntó en qué medida las decisiones gubernamentales para enfrentar la pandemia trajeron luto a la familia y provocaron el deseo de venganza en su pecho. 

La muerte de sus familiares durante la pandemia no tuvo mucho impacto en la comunidad donde vivían porque la muerte llegaba de tantas formas que tendría que ser muy espectacular para llamar la atención. No era noticia que la gente se muriera, inclusive si la causa era ese virus que también atacara a los ricos. Dos no eran nada entre los mas de 600.000 muertos.

Ya había pagado caro antes de la pandemia. Nunca conoció a su padre, que algunos dijeron que se perdió en alcohol después de años de miseria. Nunca disfrutó de buenos servicios de salud o seguridad. Nunca tuvo una buena educación formal, pero siempre practicó las orientaciones de su maestro de quinto grado: Vayan a las bibliotecas y piensen en las causas y no solo en los efectos.

Wilhelm estaba de acuerdo con la tesis de que un nuevo orden avanzaria rápidamente después de que el virus fuese  derrotado. El nuevo orden reemplazaria un sistema podrido con la aplicación hipócrita de las leyes, beneficiando a grupos o indivíduos sin obedecer el espíritu de justicia. La solidaridad habia sido olvidada.

El sistema fue destruído aún más al sur del Ecuador por la inmoralidad que legalizaba la impunidad de los más privilegiados, con innumerables recursos legales aprovechados por abogados de defensa bien articulados y mejor retribuídos.

Para él la hora de hacer justicia directa habia llegado. 

Uno de los corruptos era un ex funcionario de alto rango que vivía en la opulencia creada con dinero desviado de las comidas escolares y maniobras fraudulentas en la compra de remédios. El otro era un estafador disfrazado de pastor que invirtió en propiedades de lujo, granjas y aviones con diezmos que en nombre de Dios recogió entre los más desesperados. 
Wilhelm había preparado un estudio minucioso de la rutina de vida de los dos. Sabía el momento adecuado para darles un tiro con una pistola con silenciador. No tenía el arma, pero sabía quién la tenía y podía venderla.
Ayudaría a la Muerte a llegar más rápido a esas personas corruptas. No estaba orgulloso de su sueño o su plan criminal, pero estaba tranquilo porque entendia que estaba del lado correcto.
 
El sistema habia debilitado la fé en la democracia con la institución del foro privilegiado. Fué tímido al castigar la malversación de dinero público, cerraba los ojos al nepotismo y despreciaba la meritocracia en los nombramientos de ministros y autoridades. Las promesas de la campaña electoral a menudo eran engaños y trampas para atraer a los votantes obligados a ejercer ese derecho. Si es obligatorio sería un deber, se preguntaba.

La destrucción ambiental avanzaba rápidamente en los últimos años para alimentar la ambición de unos pocos sin aliviar el hambre de millones de hambrientos habitantes del planeta. Bosques devastados para abrir paso a plantaciones mecanizadas, mineración sin controles, agua y aire contaminados sin interrupción, plástico por doquier.

Una tarde caminó por las callejas del barrio de la periferia para llegar al lugar donde vivía el jefe local de distribución de drogas, a quien conocia desde la escuela primaria. Fue bien recibido. Hablaron mucho sobre los partidos de futbol al final del día, de compañeros y las aventuras vividas junto al arroyo sucio, uno de los resultados de 100 millones de personas viviendo sin cloacas. Wilhelm finalmente hizo el pedido. Dijo lo que podía pagar.

- Vuelve el miércoles por la noche, fue la respuesta. Era un hombre de negocios

La buena noticia era que un nuevo orden podría mitigar la destrucción ambiental desenfrenada debido a una menor actividad y un poco más de enfoque sustentable. La mala noticia era que ese nuevo orden aumentaba la explotación de los trabajadores, que estaban obligados - a cambio de un trabajo o empleo -  a aceptar la destrucción de los derechos duramente adquiridos a lo largo de años. 

Wilhelm coincidía que en el mundo desarrollado, mejoraban los mecanismos de apoyo efectivos para la población desempleada. Preveía que millones comenzaban a recibir ayuda suficiente para vivir, sin afectar el sistema económico en busca de recuperación.

Pero también sabía que todo sería aún peor al sur del Ecuador. La élite estaba poco comprometida con los cambios estructurales que reducirían la injusticia. Wilhelm era solo un vigilante en un centro comercial, pero igualmente un espectador privilegiado de la conducta e intereses de miles de representantes de la élite y de la oligarquía.

La oligarquía trataba de explotar sin límites para saciar la sed de ganancias, como ocurrió desde la llegada de los europeos a América del Sur. La corona portuguesa fue la mas grande beneficiaria del tráfico de esclavos del mundo y la corona española destruyó las principales civilizaciones del continente, incluídas sus religiones. 

La tarea de buscar soluciones por las vias legales no era fácil aún mas cuando Dios, Democracia, Patria eran usados apenas como palabras para disfrazar mas abusos.

Poner en práctica su sueño con la ejecución de dos corruptos icónicos ayudaría un poco. Transmitiría miedo en un segmento con gran responsabilidad por la situación social y, por lo tanto, podrían surgir algunas luces y una pequeña esperanza en un continente desilusionado.

El miedo funciona para muchos. La mayoría de la población tiene al miedo como compañero permanente. Miedo de quedarse sin trabajo, miedo de los bandidos y de la policía, miedo de no tener acceso a un médico, miedo de carecer de dinero para enterrar un pariente, miedo que los hijos caigan en las drogas.

Wilhelm sabía que los poderosos corruptos, aunque blindados por dinero, conexiones, mansiones seguras y guardaespaldas, se sentirían al menos aprensivos. Las dos ejecuciones tendrían repercusiones gigantescas y la mayoría comentaría que había llegado la justicia para esas figuras tan conocidas y crueles.

Regresó ese miércoles por la noche. Pagó y recibió el arma desmontada en una caja y proyectiles. El jefe demostró todos los detalles sobre como cargar y limpiar, con otra pistola identica. Con esa arma estaba próximo a ser el soñado acelerador de procesos.

No hubo tiempo. Gritos, silbatos, cohetes, carreras, disparos. Balas de grueso calibre agujerearon paredes, puertas, muebles. Esa noche se llevó a cabo una operación antidrogas de la policía o de milicianos para ocupar nuevo território. 

Nunca lo supo.

Una de las balas atravesó el pecho de Wilhelm. No sintió dolor. Tuvo la imagen de un puente ancho y bien iluminado antes de cerrar calmamente los ojos. La muerte llegó como lo hizo siempre. Ni un minuto antes ni un minuto después.

** Guillermo Piernes, periodista y escritor
Crédito Pintura - Isolation of Death - Tom Fournier Park


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